viernes, 21 de julio de 2017

LA GERENCIA DE LA HUMILDAD


La humildad es una virtud tan práctica, 
que los hombres se figuran que debe ser un vicio.
                                                                             Gilbert Keith Chesterton

La dimensión moral de la crisis financiera ha avivado el interés por la ética de los directivos de empresas, gobiernos y organismos reguladores, de supervisión y de control. De entre todas las virtudes que se esperan de un directivo ético, hay una que resulta especialmente importante para aquellas personas que ocupan posiciones de gobierno o de dirección y que, sin embargo, ha sido ignorada en la ciencia económica: la humildad.

  
Se tiende a pensar que la humildad es, o puede ser, incompatible con la reputación que el líder merece y con la autoridad que necesita para llevar a cabo su tarea. Pero es justamente todo lo contrario: el directivo humilde, si lo es de verdad y consigue que los demás le perciban así, ejerce una mayor autoridad que el líder arrogante. La autoridad moral está asociada a una reputación mucho más sólida, tanto de sí mismo como de la organización que representa.
        La Humildad es el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo con este conocimiento, es la ausencia de soberbia, es una característica de las personas modestas que no se sienten más importantes o mejores que otros. Es entender que necesitamos de apoyo y que el logro individual nunca será superado por el logro de los equipos, y cualquier meta alcanzada por grande que sea no significa nada sino tenemos con quien compartirla.

            Para una organización contar con líderes inteligentes con un ego de proporciones colosales es negativo, ellos son los que contribuyen a la posterior decaída, desaparición y continua mediocridad de la empresa. El verdadero liderazgo necesita una alta dosis de humildad y modestia y el compromiso de modelar comportamientos coherentes en pensamientos y actuación que permitan alcanzar los objetivos de la empresa. Un líder humilde debe actuar con equilibrio, sin excederse, aprovechar todo lo bueno que poseemos, para obrar bien hacia tus semejantes, el humilde lo caracteriza su sencillez y pide ayuda cuando lo requiere. Humildad es no olvidar nunca quienes somos y dónde venimos.


            El experto Dike Duane gerente de operaciones en Disneyland California fundamenta sus opiniones en un estudio inductivo de la conducta del líder humilde, sus contingencias y resultados, publicado en 2011 por los expertos Owens Bradley y David Herman, de la Academy of Management Journal. El informe concluye en que, si bien los cinco tipos de liderazgo se correlacionan con aspectos positivos, como el aprendizaje, el desarrollo, el influir en las masas, y el compartir, sólo el estilo de liderazgo humilde está realmente enfocado hacia el exterior, promoviendo la cultura de aprendizaje en el equipo.





¿Cómo ser un jefe un humilde?         

          Según explica Duane en el digital Management-Issues, el trabajo de apoyo hacía el equipo y la humildad como líder (no debería ser) tan difícil. Para ello, los jefes solo necesitan:  

• Sentirse inspirados por un estilo de gerencia humilde (desear ser un líder cercano).   

• Cuidar de las personas de su entorno (el elemento de relación cercana con sus equipos sin acabar con las delimitaciones jefe-empleado).           

• Ser emocionalmente sensible ante las necesidades del colectivo        . 

• Comprender y predicar que el cambio es un progreso natural.           

• Ser visible en las áreas de trabajo (no ejercer como jefe desde su despacho) y hablar e intercambiar ideas con los compañeros de trabajo (su equipo).     

• Y, quizá lo más importante de la lista, fomentar entre los miembros de la organización la libertad de aprender constantemente, de experimentar y crecer.         

         Los jefes pueden lograr esta hazaña increíblemente productiva, según los estudiosos en el área, exaltando los puntos fuertes de sus empleados y admitiendo con toda franqueza que nunca se sabe todo, que todos tenemos debilidades y cometemos errores. Cualquier persona que dirige un departamento o un área en su organización sabe que las empresas son sistemas complejos y en constante evolución, inclusive de maneras a veces imperceptibles. Con el tiempo, a medida que aumenta la confianza entre jefes y empleados, el resultado es visible a diario. 

    


Lograr ser un jefe humilde y cercano
no debe ser una estrategia para mantenerse en el poder,
más bien debe ser una herramienta que le haga un líder peculiar,
con carisma y que lo diferencie del resto,
eso al final contribuirá con su reputación e imagen profesional.




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